Macbeth cabalga de regreso junto a su compañero, Banquo, tras una sangrienta pero exitosa batalla.

Encuentra en su camino unos seres extraños -brujas, dicen-, que lo saludan con su título y con uno más, thane de Glamis , que no le pertenece; luego le anuncian que en el futuro será rey. A su amigo también le hacen una extraña profecía: no será rey pero sí será padre de reyes. Las brujas se desvanecen en el aire y a poco Macbeth recibe la noticia de que le ha sido otorgado aquel título profetizado que no le pertenecía. La primera profecía se ha cumplido.

Ahora Macbeth, instado por su mujer, decide asesinar al rey y culpar al heredero para hacerse con la corona… Lo hace y así comienza una serie de asesinatos para mantenerse en el poder y, a la vez, evitar que se cumpla la siguiente profecía: que Banquo no será rey pero su hijo sí. Pero como las profecías son profecías, Banquo es muerto pero su hijo consigue escapar.

Pero, me pregunto y siempre me he preguntado, ¿por qué hace eso? Si la primera profecía se ha cumplido tan fácilmente y estando él mismo en la línea de sucesión (no en el primer puesto, pero sí unos pocos detrás) no tenía más que sentarse a esperar que los hados volvieran a manifestarse a su favor. Y la silla sería por demás cómoda: tiene varios títulos de nobleza, tierras, poder, y el enorme cariño y agradecimiento del rey.

¿Cómo es que no se plantea “bien, las brujas me profetizaron que sería thane de Glamis y, no sé cómo, eso se cumplió; ahora sólo me resta esperar a que, sin tampoco saber cómo, me nombren rey.”? ¿Por qué inicia una serie de infernales actividades, comenzando por el asesinato del rey, su benefactor, y que devienen en la enorme tragedia que Shakespeare nos legó. Macbeth, el asesino del sueño… Macbeth, que se atreve a levantar la tapa del infierno y mirar dentro…

Incluso, una vez muerto el rey se lanza Macbeth a una serie de asesinatos para mantenerse en el poder y, a la vez, evitar que se cumpla la siguiente profecía: que Banquo no será rey pero su hijo sí. Pero como las profecías son profecías, Banquo es muerto pero su hijo consigue escapar. Una prueba más de que las profecías se cumplen.

Tampoco su mujer parece ser más sabia al respecto: suponiendo que el destino de rey de su marido suponga el destino de asesino, ¿por qué apresurar las cosas de esa manera? El rey anuncia que pasará la noche en casa de los Macbeth -un honor envidiable por cierto-, para seguir camino a la mañana siguiente. ¿Pero es necesario precipitar las cosas y forzar el asesinato ya mismo? ¿No lo podrían pensar un poco mejor, con un poco de calma? Si el destino ya estaba escrito y fuese incluso el que Macbeth asesinara a su rey, ¿cómo podría ser que no hubiera otra oportunidad?

Sin embargo las brujas nunca hablan de asesinato: no dicen “salve Macbeth, que serás rey asesinando al rey”. No, sólo dicen “salve, Macbeth, que en el futuro serás rey.”

Para que al público no le quede duda de que las brujas ven más allá (y de que Macbeth no necesitaba meterse en tantos problemas) le hacen, una vez coronado y ya despeñándose en esa espiral infernal en la que se ha convertido su vida, dos nuevos anuncios: que no será vencido hasta que vea que el bosque que tiene delante de su castillo avance hacia él y que ningún hombre nacido de mujer podrá matarlo. Profecías por demás extrañas pero que se cumplen acertadamente en su momento.

Algo parecido sino lo mismo ocurre en “Los caballeros”, de Aristófanes: Nicias y Demóstenes, se lamentan de vivir sojuzgados por el gobierno corrupto y despiadado de Cleón,  así que deciden robarle un oráculo que el tirano guarda celosamente. Lo hacen y allí leen que la profecía dice que el tirano será derrocad por un vendedor de chorizos. Pues bien, ¿qué hacen estos dos en lugar de esperar a que la profecía se cumpla? Se lanzan a convencer al primer vendedor de chorizos que aparece de que se enfrente al tirano.

Bien es cierto que Nicias y Demóstenes no tienen el antecedente que sí tiene Macbeth (thane de Glamis) que verifica la eficacia de las profecías, pero sí es claro que creen en ellas y si es así ¿por qué no esperar a que se cumplan por sí mismas?

Claro que si los personajes no cometieran estos desatinos las obras no ocurrirían y debemos agradecer, en tanto que público y gentes de teatro, que tanto Macbeth y su esposa, como Nicias y Demóstenes se comporten tan compulsiva y precipitadamente, o de lo contrario no disfrutaríamos de las piezas. Hay que reconocer que el sentido común y la prudencia no son características sabias para los personajes.