Hernán Gené

Federico Fellini, el gran maestro italiano, el soñador. Tal es la fuente de inspiración o, mejor dicho, el punto de partida para la creación del espectáculo de fin de curso de este año.

Dirigir un espectáculo encierra muchas y variadas responsabilidades. Está la presión por un resultado a la vez artístico y accesible al público, es decir, que guste a la mayoría de las personas a quienes está dirigido. También está entre las responsabilidades que el director toma la de componer un crisol en el que las personalidades de los artistas participantes puedan brillar con luz propia, lograr que cada uno de los que sale a escena esté dando lo mejor de sí (y también están las personas que conforman su equipo, escenógrafos, vestuaristas, coreógrafos, etc., que crean universos a partir de las indicaciones del director y a partir de sus propias ideas y sensibilidades). Todo un universo humano está a su alrededor y el director debe saber llevar adelante el trabajo formando un clima libre para la creación y a la vez poniendo límites y construyendo fronteras para que el espectáculo vaya en la dirección que él imagina.

Estas y otras responsabilidades tienden a agobiarme en el trabajo, pero la mayor de todas es que uno debe tomar decisiones a cada momento. Decisiones, decisiones y más decisiones. Al tomar una decisión sabes que está dejando las otras posibilidades fuera, que no puedes quedarte con todo el material y muchas veces debes dejar fuera cosas muy buenas, tal vez porque no hacen a contar la historia que se quiere contar, o porque el espectáculo es demasiado largo y hay que acortarlo o porque algo que funciona bien por sí mismo pierde su eficacia en el conjunto. Debe uno tomar decisiones mucho antes incluso de saber con claridad qué se quiere y a sabiendas de que el camino que seguirá depende de esa decisión que se tomó casi a ciegas.

Sabemos con casi seis meses de antelación que el espectáculo se estrenará a las 22 h. Del 24 de junio de 2010 en el Ángulo FITCA, en Alcorcón, en el marco de su Festival de Teatro de Calle. A partir de allí la rueda comienza a girar y sabemos que un mes antes de ese día comienza el trabajo de montaje del espectáculo (24 de mayo), pero que cinco semanas antes de ello (16 de abril) los alumnos participantes deben enseñar los números que quieren presentar en él, y que para llegar a este momento tienen otras cinco semanas para prepararlos por sí solos (12 de febrero). Para esa fecha sé que tengo que entregarles una propuesta imaginativa, problemática y estimulante, para su creación, con lo cual debo imaginar tantos meses antes qué espectáculo quiero que hagamos este año y tomar las decisiones pertinentes pues las ruedas ya estás en marcha y el tren en movimiento, y lo único que de verdad apetece es bajarse y quedarse en la estación.

No me gusta tomar decisiones tan a priori y trato de retrasar lo más posible el momento de verbalizar mis pensamientos, pero así las cosas, este es el trabajo que elegí y por el que me pagan para hacer. No es sólo por crear espectáculos bonitos, es por llevar la pesada carga de las consecuencias de las decisiones que se toman por el camino.

Cuando estas líneas estén publicadas todos el aparataje ya estará en marcha y con suerte todo será más fluido, pero ahora, en el momento de escribirlas (otra decisión que se me obliga a verbalizar) nada de todo esto está ocurriendo más que en nuestras cabezas. Ni siquiera hemos visto el material de los alumnos.

Con todo es una labor feliz y el homenaje a Fellini y s su cine y fantasía, lo hace aún más agradable y llevadero. Siempre es bueno tener compañeros de ruta fiables, los de tu equipo los primeros, y tus maestros, vivos o muertos, los segundos.

Es por eso que cada año, con cada muevo curso, comienzo este trabajo de creación como una nueva aventura maravillosamente misteriosa.