Jazztel anuncia sus ventajas poniendo testimonios de abonados que alaban la celeridad y eficacia con que te resuelven los problemas cuando les llamas. Dudosa promoción. Yo nunca me abonaría a una compañía que te resuelve rápido los problemas si no a una que no me los creara.

Hay médicos altamente especializados. Algunos se especializan en enfermedades del corazón pero otros se especializan en enfermedades del corazón en niños.

Occidente parece ser el hemisferio que ha dividido y subdividido el arte teatral hasta hacerse insoportable (la división, digo, el arte teatral es a veces más que soportable, aunque algunas otras…). Quiero decir que al actor no pude bailar y el bailarín no puede hablar, ni mucho menos cantar, aunque sí cantan algunos actores, pero poco porque si cantan todo el tiempo ya no son actores sino cantantes y no de teatro sino de ópera, que se parece pero no es teatro sino eso, ópera, a no ser que estén acompañados por una banda de rock y en cuyo caso están representando una ópera rock o acaso una comedia musical o simple y llanamente (aunque llegados a este caso ya se ve claramente que nada es tan simple ni tan llano) un musical, aunque creo que para que sea llamado musical los actores también deben bailar bastante; si el bailarín habla entonces hace danza teatro o teatro danza, nunca se sabe bien qué poner delante, supongo que prima el criterio de quien lo escriba en caso de que piense que está viendo un espectáculo de danza con algo de teatro o de teatro con algo de danza. Ni qué decir tenemos si al actor se le ocurre hacer cabriolas pues entonces estamos ante las puertas de un arte indescifrable, a no ser que sólo haga cabriolas y así, todos contentos, podemos decir que hace algo parecido al circo.

Todo esto no hace sino disminuir la capacidad del teatro reutilizar todos los recursos a su alcance para asombrar al espectador. Porque si el intérprete no puede bailar, ni cantar, ni hacer cabriolas, ni tocar instrumentos musicales sin que se le destierre del mundo del Teatro entonces lo único que puede hacer es hablar; y vaya que hablan. Hablan y hablan y hablan, hablan hasta por los codos y con tanto hablar vuelven la escena un aburrimiento sublime.

Estimo que todo individuo en situación de representación delante de al menos uno que le mire es una actor haciendo teatro. No importa si lo hace cantando o diciendo o entremezclando saltos con lágrimas. Importa lo que hace y cómo lo hace.

Luego están las subdivisiones de teatro clásico o moderno, surrealista, inmediato, panfletario, necesario, de vanguardia, performance, físico, comercial, etc.

Cuando veinteañeros, en los primeros años ’80, comenzamos en Argentina a trabajar con El Clú del Claun, tratábamos de romper con un tipo de teatro que nos aburría y que llevaba muchos años a la deriva. Lo hicimos desde el principio: nuestro primer espectáculo, “Arturo” narraba la historia de El Rey Arturo y de cómo llegaba a ser rey de Inglaterra sacando una espada que estaba oportuna y mágicamente clavada en una piedra. Yo dirigí aquel espectáculo y fue mi primera dirección. Mis compañeros y yo queríamos poner en escena un espectáculo de Clowns pues esa era la nueva herramienta que se nos había dado y así lo hicimos; el grupo se puso de moda, proseguimos preparando espectáculos y muchos otros grupos similares o diversos se apuntaron a aquella movida. Todos fuimos entonces embalados bajo el nombre de “Teatro Jóven”.

20 años después, ya en España, mi obra, también de clowns, “Sobre Horacios y Curiacios” ganó el premio Max al mejor espectáculo. Y por esos tiempos fui invitado por una universidad a dar una charlas sobre el proceso de creación. Ellos definían que lo que yo hacía era “Otro Teatro”.

Una y otra vez he recibido la pregunta de parte de periodistas, estudiosos, alumnos y gente del espectáculo: “¿pero tú qué haces?”

Yo contesto: “hago teatro”

-Sí, pero ¿qué teatro?

-Teatro del bueno –digo, tratando de zanjar la cuestión rápidamente, sin éxito, claro.

Yo creo que más allá de divisiones y fronteras hay dos tipos de teatro: el bueno y el malo. Y creo que la mayoría de nosotros nos esforzamos por apuntarnos a la primera categoría.

¿Qué más?

Como opinaba Peter Brook y supongo sigue opinando

“Necesitamos la magia, pero la confundimos con el truco”

Todo esto me ha dado mucho en qué pensar y he llegado a la conclusión de que debo yo mismo ponerle un nombre de una buena vez a mi teatro y desmarcarme del resto.

Mi teatro no es clásico aunque monto obras clásicas (Shakespeare y Moliere están entre mis favoritos), no es de texto aunque hablamos mucho a veces, no es de danza ni ópera, ni circo aunque hay a veces payasos, acrobacias, malabares; Yo le he llamado “Teatro Raro”.

Hernán Gené